martes, 5 de junio de 2012

Dos relatos de amor y café


Rafael miró con tristeza la punta de su lápiz.
--Me lleva la que me trajo.-- pensó molesto. --Debería conciderar cargar con un sacapuntas, no me sirve de nada cargar con el puro cochino lápiz.-- Levantó la mirada buscando auxilio en la conciderada Male.
-Malena- la llamó. Desde la barra una señora de anteojos replicó con tono sarcástico -Hay Rafa, hay Rafa, ¿Cuándo aprenderás a decirme mamá?
-Nunca Malena. Eres muy joven para que yo ande diciendo esa clase de tonterías. Se rompió la punta de mi lápiz, voy a la pape a comprar otro.
Se levantó perezosamente y se estiró.
-Rafa, no hagas eso, es de muy mal gusto.
Se despidió con una mano y salió a la soleada calle, la cual, en aquélla época del año se llenaba de plantas y flores. caminó el trayecto a la papelería, unas cuatro cuadras todo recto mientras pensaba, dibujaba en su mente, volvía a pensar, a dibujar, a crear, a crear, a crear... no podía dejar de dibujar.

De regreso al café encontró a una mujer, una horrorosa mujer cruel y despiadada, en un disfraz de tal suma hermosura que pensó que alguna divinidad había parado a tomar café.
La miró y no se atrevió a hablarle. ella dió las gracias y salió. en el momento en el que lo hizo, Rafael la transformó...

Nunca pudo volver a dibujar, ya que ella se había robado toda la belleza existente. La odiaba, la transformó en su mente, la creaba diferente.
Ella se había robado lo único para lo que él había sido bueno.

Nunca la volvió a ver, y nunca supo que, si se hubiera atrevido a hablarle, se hubiera enamorado de la mejor persona parada sobre el planeta, la cual lo hubiera llenado de tanta inspiración y pasión, que hubieran tenido una hija que la superaría en hermosura y que él, en su pintura, hubiera hecho inmortal.

Katzecan





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 Ella apuró de un sorbo su café; mientras lo hacía no dejaba de pensar en los sucesos de unos minutos anteriores...
Afuera la lluvia no cesaba, y ella caminaba sin rumbo, deseaba morir y sin embargo... algo dentro de sí le hizo detenerse en la puerta del café, la lluvia arreciaba, el lugar era común y corriente pero decidió quedarse unos momento así que entró; Entonces lo vió... Tendría unos 30 años y no dejaba de mirarla, sus ojos se cruzaron un instante y el bajo la vista visiblemente avergonzado, ¿ cuantas veces se repitió la escena ? ¿ cuatro, cinco, seis? él mientras tanto, no dejaba de dibujar en la servilleta, por fín, se puso de pie, con paso vacilante se acercó a ella, en su mano temblorosa sostenía la servilleta donde minutos antes no dejaba de dibujar, ella, olvidando de pronto su pena se sintió halagada y se dispuso a ofrecer su mejor sonrisa, pero él paso de largo y arrojo la servilleta al cesto de basura para salir rapidamente del lugar...
Ella apuró de un sorbo su café; Decidida se dirigió al cesto de basura y tomó con avidez la servilleta, donde vio su rostro perfectamente dibujado, con su belleza en todo su esplendor...
¡ Imbécil ! escupió de pronto, y arrojando la servilleta al suelo salió a la calle...
En silencio, como una sombra, me deslicé entre las mesas, recogí la servilleta, la guarde en mi bolsillo y salí de nuevo tras de ella.

Fantomas


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